
ZARAGOZA, 22 de marzo.
En la región de Aragón, la Semana Santa se vive con una fuerza y una devoción que destacan su rica tradición cultural. Las calles del Bajo Aragón terulense resuenan con los poderosos golpeteos del bombo y el tambor, acompañados de aromas familiares que evocan deliciosas torrijas, huevos frescos y borrajas en la mesa.
El patrimonio histórico de esta celebración es tal que 23 localidades aragonesas han sido reconocidas como Fiesta de Interés Turístico. Este reconocimiento se extiende a nivel internacional en el caso de la célebre Ruta del Tambor y el Bombo, que se celebra en nueve localidades de la provincia de Teruel, así como a la Semana Santa de Zaragoza.
Durante la Ruta del Tambor y el Bombo, el Bajo Aragón se llena de sonido, especialmente durante el emotivo instante conocido como la "Rompida de la hora", donde cientos de tambores retumban en perfecta armonía creando una atmósfera sobrecogedora.
En ese momento, el sonido estruendoso rompe la calma y añade vida a un paisaje que a menudo se percibe sombrío. La pasión por esta tradición se trasmite de generación en generación, y con ello, la tierra parece resonar con el lamento por la muerte de Jesucristo.
Este sonido vibrante impacta a todos, tanto a quienes participan tocando como a los espectadores que, ya sea por fe o tradición, se congregan en las calles de Albalate del Arzobispo, Alcorisa, Andorra, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaén en la medianoche que marca la transición del Jueves al Viernes Santo, y cuya huella se deja sentir en Calanda al día siguiente al mediodía.
Un histórico vecino de Calanda fue el cineasta Luis Buñuel, quien no perdía la oportunidad de unirse a esta tradición, tocando su tambor con gran devoción. Los visitantes de Calanda tienen la oportunidad de explorar el Centro Buñuel, donde pueden profundizar en la vida y obra de este destacado creador que, en este 2023, conmemora 125 años de su nacimiento.
En el municipio de Híjar, los interesados pueden visitar el Museo de la Ruta del Tambor y del Bombo, que ofrece una visión única de los sentimientos que unen a estos nueve pueblos, donde todos resuenan con una sola voz, aunque cada uno presenta su propio encanto visual con túnicas de tonos azul, morado y negro.
Alcañiz, aunque no se caracteriza por la emisión de tambores en la "Rompida", se envuelve en un silencio profundo que acompaña a sus celebraciones durante el Jueves Santo.
Sin embargo, la mayor concentración de cofrades y de instrumentos en toda España se encuentra en Zaragoza, donde más de 12,000 cofrades y alrededor de 4,000 instrumentos participan en 50 procesiones desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua.
Las procesiones que llaman la atención son la de los Nazarenos de Jesús de la Humildad y de María Santísima del Dulce Nombre, que sale del barrio de La Magdalena bajo una lluvia de pétalos, y el Encuentro celebrado a medianoche del Miércoles Santo. El Jueves Santo, la ciudad se inunda de pasos y capirotes, cerrándose en la madrugada con la llegada de la imagen de la Virgen de la Piedad a la iglesia de San Cayetano, el corazón de la Semana Santa zaragozana, donde se reencuentra con su Cristo.
La procesión del Santo Entierro de Zaragoza —la más antigua de España, con más de 700 años de historia— reúne a todas las cofradías y hermandades, donde se entrelazan saetas y jotas con el inconfundible sonido de los tambores y bombos.
Las otras capitales aragonesas también participan con fervor en estas conmemoraciones. Huesca destaca por su paso más antiguo, el Cristo del Perdón, mientras que su Santo Entierro es un evento donde todos los grupos escultóricos son acompañados por cofrades de la ciudad.
En Teruel, el escenario histórico de sus monumentos sirve de telón de fondo a la impresionante procesión del Santo Entierro, la "Rompida de la Hora" y el Baile de la Virgen. Durante esta época, la ciudad se sumerge completamente en los rituales y celebraciones de la Pasión, sumando siete cofradías y un sinfín de actos que atraen a fieles y turistas.
La Semana Santa también se vive con gran emoción en localidades zaragozanas como Tarazona, Torrijo de la Cañada, Ateca, Tauste, Calatayud y Caspe, donde las procesiones recorren las calles en un ambiente solemne.
En Tarazona se destacan el Vía Crucis y la Función del Descendimiento; en Torrijo de la Cañada, el Descendimiento de Cristo presenta representantes de Nicodemos y José de Arimatea llevando el cuerpo a su madre, la Virgen María. A su vez, en Ateca, 350 participantes recrean 40 pasos que incluyen un original esqueleto del siglo XVII como símbolo de la Muerte.
Tauste, con una tradición que data del siglo XVI, organiza actos destacados como la procesión de los Siete Dolores de la Virgen María y el Encuentro. Mientras tanto, en Calatayud, el Santo Entierro combina escenas del Antiguo y Nuevo Testamento; y en Caspe los sonidos de cornetas y tambores acompañan eventos como el Santo Entierro, que cuenta incluso con un carro que transporta uno de los mayores fragmentos del "Lignum crucis".
Las localidades de Teruel también mantienen vivas sus tradiciones, como las pasiones en Sarrión y Valderrobres, que visten sus calles con túnicas de colores vibrantes, siendo este último un pueblo que forma parte de la lista de los Pueblos Más Bonitos de España.
En el Pirineo aragonés, la representación del auto sacramental de la Enclavación en Ayerbe, que se lleva a cabo a la medianoche del Jueves Santo, cautiva a todos los asistentes con su impresionante 'rompida' y las voces del Orfeón Reino de los Mallos que interrumpen el silencio de la representación.
La Semana Santa de Barbastro muestra su devoción a través de procesiones que datan de los siglos XIII y XIV y que han renacido en la actualidad con la participación activa de mujeres y jóvenes; Jaca también se une a la celebración, donde los vecinos y visitantes observan con respeto el paso de la Guardia Romana.
Aunque la devoción está presente, la Semana Santa aragonesa también se disfruta en la gastronomía. Desde el Domingo de Ramos, donde se bendicen ramos de olivo y palmas que los niños portan llenas de dulces, hasta las celebraciones del Lunes de Pascua, privilegiando siempre momentos en torno a la comida, ya sea salada o dulce.
En Cabolafuente (Zaragoza), la costumbre de la limonada y dulces como las hojuelas se ha recuperado para el Jueves Santo, mientras que Bureta (Zaragoza) y Bolea (Huesca) honran la tradición de la "Cena del Huevo".
En Lagata, la fritura de huevos en Sábado Santo anuncia el inicio de las fiestas que se extienden en la ciudad de Teruel hasta el martes siguiente, culminando con el Sermón de las Tortillas, una jornada para disfrutar en la naturaleza en compañía de amigos y familia. Los dulces típicos como la rosca de Pascua, conocida como 'culeca', endulzan el ambiente con su mezcla de azúcar, anisetes y huevo cocido.
Los 'lamineros', un término aragonés que describe a los golosos, no podrán resistirse a los crespillos, un postre singular que utiliza la hoja de borraja en su elaboración, que combina huevos, harina, azúcar, leche, aceite de oliva, anís, levadura y gaseosa. En Barbastro, la Fiesta del Crespillo es un evento que cada año atrae a numerosos curiosos.
Finalmente, aquellos que aún deseen más pueden deleitarse con las monas de Pascua, verdaderas obras de arte que invitan a probar la imaginación de los reposteros, o con las deliciosas torrijas, un clásico de la Semana Santa que aprovecha el pan sobrante, convirtiéndolo en un dulce irresistible.
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